miércoles, 9 de enero de 2013

UN LUGAR GENEROSO


Un lugar generoso


            Jugamos todo un verano en aquel laboratorio de Botica Vieja que estaban a punto de derribar. Era un lugar peligroso, había restos de productos químicos, azufre, botellas de ácido: el paraíso de un niño. Fuimos allí tan felices que nos accidentamos los ocho de la cuadrilla.
            Años más tarde, dos de nosotros montamos en ese mismo sitio un bar de marcha. Era un local básico, con las esquinas reforzadas de goma, paredes semiacolchadas y la insonorización más sorda que había conocido el inspector del ayuntamiento. En el Laboratorio la gente se juntaba a dar botes, a pegar gritos, y un día cualquiera podías encontrarte a un grupo de ejecutivos jugando al pañuelito o a unos majaras que pagaban una docena de rondas para poder escuchar durante dos horas seguidas la misma canción.
            Anteanoche me invitaron al vigésimo aniversario, y la mujer de Juan Pedro, que un día entró despistada por esa puerta, le acusó una vez más de haberla emborrachado, de obligarla a quererle, y de que sus hijos se engendraran aquí, sobre estas butacas psicodélicas, al calor de las neveras, con champán a precio de coste y frutos secos a granel.

                                                                    de Silencios que me conciernen



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