martes, 7 de octubre de 2014

OTROS ÁMBITOS-La cosecha

 
            En un control de carretera, al salir de la autovía, me pidieron la documentación y por instinto saqué el carnet de la biblioteca. El policía lo observó con incredulidad, apretó los labios y, para abreviar, me dijo: el Otro. Durante unos segundos me quedé perplejo, con cara de inmigrante, preguntándome si no le parecía suficiente con mi nacionalidad y tenía que añadirle otra... El policía golpeó el borde de la puerta con el carnet de la biblioteca, de modo que me puse tieso, abrí de nuevo la cartera y le entregué mi DNI. Lo miró sin demasiado interés, lo puso debajo del otro y, al entregármelos, me dijo:

            —Procura no distraerte en la carretera, recuerda que estás conduciendo.

Entonces le miré a los ojos y le reconocí: era un vecino de Cifuentes. Iba a decirle algo agradable, pero él tensó los músculos de la cara y me devolvió una mirada que decía: Tú, a Mí, no me conoces de nada.

Un par de kilómetros más adelante la escena empezó a cocerse en mi cabeza. El policía no me había regañado, ni me había tratado como a un idiota, sólo me había pedido el  Otro carnet con una cierta complicidad. Era mi vecino pero también era cierto que no nos conocíamos. No recordaba haber coincidido con él en ninguna parte, no frecuentábamos los mismos bares y, como mucho, nos habíamos visto de lejos el suficiente número de veces como para reconocernos de cerca. Del mismo pueblo, pero no de la misma gente. Y el pueblo es pequeño, y la gente es poca. Y, como estaba muy ocupado intentando recordar las caras de los vecinos y asociar alguna con la del policía, no sé, una mujer, unos hijos, un amigo alto, uno muy bajito y feo, tomé la desviación equivocada y cuando me di cuenta estaba dando vueltas como un gilipollas en un barrio nuevo en el que todas las calles eran iguales. Total, que llegué tarde a la biblioteca y me quedé pasmado frente a la puerta cerrada mirando en el cristal esta cara de tonto que tengo. Lo mío no se arregla ni con pastillas.

De nuevo en casa, le comenté emocionado a mi perro que iba a buscar al policía. Ese domingo crucé casualmente por delante de los que salían de la misa mayor, aparqué el coche al otro lado de la feria de ganado para verme obligado a atravesarla, y recorrí el rastrillo media docena de veces haciendo como que había quedado con alguien. Al final, encontré al policía. Estaba con el alcalde y un par de concejales saludando a los paisanos que estrenaban la nueva pasarela del Tejo, así lo decía el cartel: Nueva Pasarela del Tejo, y todos ellos se pavoneaban con los cuellos muy tiesos y las miradas displicentes. No había quedado mal, pero tampoco era para estrenar corbata. Eso sí, la pasarela tiene una barandilla acristalada que permite ver cómo pasa el río, y eso es un puntazo.

Poco después, el alcalde y la comitiva cruzaron la pasarela en dirección a la feria de ganado, y a medio camino el policía se despidió de ellos. No parecían muy amigos, puede que su presencia allí fuera obligada, aunque yo no entendía muy bien la situación. Decidí seguir al policía y, después de verlo entrar en la panadería y salir con una bolsa de plástico de la que asomaba una chapata, nos alejamos de la parte vieja del pueblo hacia un bloque de pisos aislado.

Mientras le seguía, pensé que el policía era nuevo en el pueblo, nuevo como yo, que por desesperación vivía ahora en Cifuentes pero en el fondo no era de allí. Pensé que no era bueno que dos personas que pueden relacionarse dejen de hacerlo. Pensé en acercarme y saludarlo con afecto. Sentía la necesidad de escuchar su voz, de contarle cosas, de comentarle que me había gustado lo último de Julian Barnes... y hablarle de mi casa y de mis libros y de la inteligencia, soledad en llamas. Pensé también en su negativa a conocerme. Debía respetar sus deseos, y me quedé lejos. A una distancia prudente. Con la vista en los zapatos. Sin atreverme a mirar cómo entraba en el portal y desaparecía.
 

                                                 de La cosecha, pag. 57 
 

0 comentarios:

Publicar un comentario