lunes, 6 de marzo de 2017

¿PODEMOS AMARNOS BAJO ESTAS CONDICIONES LABORALES? en ELDIARIO.ES Cantabria



¿Podemos amarnos bajo estas condiciones laborales?


El amor es un sentimiento necesario y el modo que tenemos de ganarnos la vida es determinante para su existencia. Cuantos más impedimentos le pongamos mayor será la posibilidad de que no surja, se desarrolle mal o se convierta en lo contrario. Detrás del fracaso amoroso de muchas personas están unas malas condiciones laborales, que en los casos leves provocan inestabilidad emocional o separaciones traumáticas y en los graves malos tratos e incluso la muerte. No es por tanto un tema que se deba eludir escudándonos en que no hay un método para objetivarlo y en que es imposible presentar una estadística veraz que confirme que nos amamos poco y mal en correspondencia con el empleo escaso y de mala calidad. 

Para no ponernos muy elevados, digamos que el amor requiere presencia y la ausencia del ser amado ocasiona dolor. Bien sea tu pareja, tus parientes, tus amistades, tu mascota o el mar Cantábrico, si amas a alguien quieres estar a su lado: todo el rato si amas mucho, a ratos si amas regular y pocas veces si tu amor es intermitente y fugaz. Lo que no harás nunca es estar lejos, no de un modo permanente, porque el amor a distancia desaparece ya que se alimenta del contacto, del tiempo compartido. Por eso el amor es tan implacable, es lo más real que tenemos: o amas o no amas, lo demás son argumentos consoladores.

Pensemos por ejemplo en el medio millón de jóvenes que han abandonado a la fuerza el país en los últimos años en busca de trabajo. Están preparados, tienen futuro, pero el amor es un lujo que no se pueden permitir. Han dejado atrás a sus seres queridos, el paisaje donde se han criado, viven en el extranjero, siete en un piso, ahorran lo que pueden, el tiempo pasa. Si entonces surge el amor lo hará en un lugar equivocado, en un momento de tránsito, y muchos lo recibirán como un golpe de mala suerte. Han tenido la desgracia de enamorarse lejos de casa, piensan volver, y las probabilidades de que la otra persona sea compatible con el regreso son escasas. Muy pocos lo tirarán todo por la borda, la mayoría creará una coraza y no superará la fase del enamoramiento pasional: sexo sin promesas ni demasiadas explicaciones. No van a llegar a amarse, se quedarán a mitad de camino, la unión sentimental con su país es demasiado poderosa. Y el amor no se puede dejar para más tarde.

Tampoco los que se quedan lo tienen mejor. Aquí el mercado de trabajo ha empeorado tanto que bordea la esclavitud, se le roba a la gente su vida con horarios infames bajo amenaza de despido procedente y el único valor apreciado en un currículum es la obediencia ciega. Salvo cuatro privilegiados, a la mayoría les llega justo para sobrevivir, alimentarse mal y pagar el alquiler de un chamizo miserable. Eso por no mencionar a la cuarta parte de trabajadores en paro indefinido que no tienen otro futuro que esperar una renta social básica que les impida comer de la basura. ¿Qué amor pueden darles a sus hijos, si no los ven casi nunca, o están tan agotados y deprimidos que no tienen ni para levantarse ellos mismos el ánimo? ¿Y sus hijos, qué amor pueden desplegar en la escuela o con sus amigos que no sea la bronca continuada, si ni tan siquiera sus profesores pueden demostrarles que lo que se hace allí sirva para algo, porque ellos ven a diario que nada sirve para nada, solo ser un gánster famoso, solo gobernar corrompiendo y luego ir de vacaciones a la cárcel? El amor no sobrevive en la desesperanza. Los parias no se aman, es publicidad engañosa, en la realidad todo son reproches, gritos, mala hostia y te voy a partir la cara. 

Habría que plantearse por tanto si se le puede llamar amor al ejercido por seres condenados al egoísmo por pura supervivencia. Cuando hay poco le acabas robando al otro hasta el amor, y lo destruyes, lo conviertes en odio. Entonces surgen las malas interpretaciones y se mezcla amar con ser amado, algo muy peligroso. La gente no mata por amor, sino por error, porque confunde ambas cosas y su incapacidad para amar la proyecta en la otra persona, consiguiendo un cadáver que ya no le va a corresponder. Nadie que ame haría eso, es absurdo, salvo que haya sido educado tendenciosamente para alimentar esa confusión y no sea capaz de distinguir el amor del odio. Amar es dar, desprenderte de ti mismo en favor de lo amado, luego no buscas su destrucción sino que velas por su bienestar. Lo importante es amar, que te amen será en todo caso la consecuencia. El amor no es una propiedad privada y menos pública.

Todo el que ha gobernado el mundo ha tenido el amor bajo control, por medio de la religión o de las leyes, y el amor, con el tiempo, se ha deteriorado. No es que antes hubiera más amor o de mejor calidad, sino que han disminuido las posibilidades de que exista. No podemos amarnos bajo estas condiciones laborales porque han sido diseñadas para lograr el efecto contrario: un mundo inestable, cargado de miedo, con el futuro incierto, donde los individuos solo aspiran a beneficiarse y no a beneficiar, lo cual nos degrada no ya como humanos sino como seres vivientes.

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