viernes, 22 de septiembre de 2017

EN LA COLINA DE LA ESPERANZA en PHOTOWRITING de Paula Arbide



En la colina de la esperanza

¡Hey, Abuela, una foto, que estás muy guapa!
Se pasó todo el verano diciendo Hey y cantando aquella canción de ‘4 non blondes’. La letra se le había incrustado en la cabeza, hablaba del fin de la hermandad de los hombres, de la llegada del siglo de las mujeres, la revolución femenina. Era su primer año en Nueva York, nos trajo tantos regalos que la maleta reventaba. Mi madre nunca quiso quitarse el gorro playero de su nieta, y eso que no le dijimos nada, se murió sin saberlo.
Han pasado veinticinco años, como en What’s up, y a nosotros no nos queda ni destino ni esperanza. Yo también lloro cuando me tumbo en la cama, cuando me levanto de la cama, intentando sacar todo ese dolor de mi cabeza. Al principio gritaba, si estaba sola, pero sonreía ante mi madre y le decía: “Sí, ha llamado, cuando estabas en la compra, y ha preguntado por ti, te manda muchos besos.”
Mi marido lo intenta, dice que lo intenta, nunca ha pasado de ahí, de intentarlo. Quería contárselo a mi madre, pero era incapaz de admitirlo él mismo. ‘Desaparecida’ es un término ambiguo, hasta que pasan los años y no aparece. “¡Me gustaría tanto oír su voz!”, dijo mi madre horas antes de morir. Le prometí que la llamaría. “¿No ha llamado todavía?” “No mamá, no contesta, le he dejado un mensaje. Estará dando una vuelta”.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

DISCURSOS PARALELOS en ELDIARIO.ES Cantabria



Discursos paralelos


Quedo para cenar con un viejo revolucionario cargado de anécdotas y entre otras me cuenta su panfletada más gloriosa. Sucedió un día en que sus colegas de partido lo dejaron solo con una mochila llena de octavillas que había que aventar con urgencia. El método clásico consistía en arrojarlas al aire en diferentes lugares de la ciudad, cuantos más mejor. Lo normal era coger un autobús de línea, bajarse en una plaza pública, esperar la llegada de otro autobús que fuera en la dirección contraria y cuando llegaba, justo antes de subirse, lanzar los panfletos y desaparecer de escena. No había móviles, pero cualquier pasajero o el mismo conductor podían avisar por señas a la policía si se cruzaban con ellos, luego era necesario bajar en la siguiente parada, desplazarse a pie hasta otra ruta y vuelta a empezar. Funcionaba bien si lo hacía un grupo numeroso de militantes, en un espacio de breve de tiempo, pero un hombre solo se arriesgaba demasiado y probablemente sería detenido y encarcelado. Era un tema serio.

Con la ayuda de un miembro del partido que trabajaba en la estación central de los autobuses, el hombre se coló de madrugada en las cocheras y colocó sobre el techo de toda la flota pequeños paquetes de octavillas previamente humedecidas. A la mañana siguiente, según circulaban los autobuses, los panfletos de se iban secando al viento y en cosa de horas toda la ciudad estaba sembrada de consignas revolucionarias. “Casi cinco mil octavillas”, me dice con orgullo, “cuando cinco mil era un número importante”. Inevitablemente, hablamos del poder de la información, de la capacidad de difusión actual de las ideas gracias a Internet. Supongo que le alegra su existencia pero me dice, con el cinismo propio de Oscar Wilde: “Cuando los dioses quieren castigarnos, atienden nuestras plegarias.” Y añade que nunca se había inventado nada tan contra-revolucionario como Internet.

Según su teoría, Internet se parece a una asamblea general multitudinaria que, precisamente por su tamaño, resulta ineficaz. Demasiada gente hablando a la vez y cada cual empeñado en defender solo su punto de vista. No hay verdadero diálogo por culpa de la inmediatez de respuesta. Hasta el discurso mejor elaborado y certero se ve expuesto a la demolición por parte de un conjunto excesivo de personas que lo utilizan como disculpa para elaborar un discurso paralelo, el suyo, de manera que el mensaje original queda anulado en cuestión de minutos:

 “¿No te has fijado que cuanto más impecable es un análisis político de la situación actual, aumenta exponencialmente el número de ataques hasta lograr que se dude de su bondad o su validez? Si aciertas de pleno, el primer comentario será: ‘Tú no sabes lo que es el fascismo’, o bien: ‘No he pasado del primer párrafo porque aburres a las ovejas.’  Eso sin mencionar los insultos y los ataques personales. Y como se te ocurra opinar, sobre todo si es a favor, del feminismo, de la homosexualidad o de Cataluña, sin ser mujer, o gay o catalán, te caerá encima una horda de gente con lupa, escrutando, falseando, si es preciso mintiendo; y si has dicho España eres españolista por no decir ‘estado invasor español’, si has dicho LGTB serás un ‘Cishetero’ por no decir LGTBIQ, que no te enteras, o te tacharán de machista porque crees que hay que racionalizar la ‘discriminación positiva’. En el fondo da igual lo que digas, solo importa que seas atacable. Si lo eres te demuelen, si no, te ignoran. Tu valor depende de la posibilidad de crear a tu costa discursos paralelos. Y lo hace la gente a la que apoyas, los de tu bando, con más fiereza que si fueras del bando contrario, joder.”

El viejo revolucionario se cabrea y entonces hablamos de censura, de autocensura, de posverdad, de la ley mordaza, de lo sospechoso que le parece que se haya permitido la expansión descontrolada de Internet, de la destrucción de una herramienta global de información que podía haber sido positiva por la inexistencia de un código deontológico básico, de que importe más enseñar un teta que vender un tanque, del hecho irrefutable de que Internet nos esté convirtiendo en más machistas, más fascistas, más xenófobos, más incultos y menos educados. “No sabemos lo que somos, ni qué significa ser, pero sí que somos en el tiempo, ya lo decía Heidegger, así que ha sido tan simple como poner en nuestras manos un acelerador del tiempo para acabar con nosotros. Quemamos las ideas antes de afianzarlas. La prisa no nos deja reflexionar. Le estamos haciendo al pensamiento lo mismo que las centrales nucleares al medio ambiente.”

Es lo que pasa con los viejos revolucionarios, que tienen perspectiva. Les han tumbado tantas veces sus ideas, sus iniciativas, que hablar con ellos deja un cierto regusto amargo. Por eso me comenta que está pensando en descontaminarse, abandonar las redes sociales en las que es tan activo, cerrar su blog y no volver a hablar de nada en absoluto. “No lo hagas, o la asociación metafísica española te echará la bronca por mezclar nada y absoluto en una misma frase.” Reímos por no llorar y para que se anime le paso el móvil con un artículo de Jamie Bartlett  donde habla del auge de la extrema derecha en Internet. Lo lee con calma y luego asiente y enseña las garras. Es un gato callejero, aunque parezca agotado jamás se rinde.

lunes, 4 de septiembre de 2017

LOS HÉROES LGTB en ELDIARIO.ES Cantabria



Los héroes LGTB



¿Qué sucedería si en el último capítulo de la 7ª temporada de Juego de Tronos descubrimos que Jon Nieve tiene un novio macizo en Desembarco del Rey? Que se perderían de golpe 10 millones de espectadores. ¿Y si Daenerys de la Tormenta, traumatizada porque la violó salvajemente un criador de caballos, estéril para lo humano pero capaz de fertilizar huevos de dragón, le pide a una hechicera que le desarrolle genitales masculinos con la dureza del acero valyrio y decide perpetrar contra el sexo fuerte una oscura y penetrante venganza? Pues que se perderían 20 millones de espectadores y HBO tendría que clausurar la serie. Por eso, en el penúltimo capítulo, cuando los toscos guerreros bromean diciendo que si no hay mujeres ya se apañarán entre ellos, ‘El Perro’ tranquiliza al burdo salvaje pelirrojo afirmando que está enamorado de una señora y que tendrá con ella los hijos que haga falta. Porque una cosa es que en la serie haya violaciones, incesto y empoderamiento femenino y otra salirse de la norma heterosexual mayoritaria, salvo en papeles secundarios, para cumplir y nada más. Los grandes protagonistas están excluidos de esa posibilidad.

La sociedad todavía no está madura para tener héroes LGTB con la suficiente entidad para servir de referente. Para que los niños y las niñas puedan decir en el cole, según sus inclinaciones: “Me gustaría ser como Z-Woman, que tiene una novia muy guapa en Alfa Centauro o como F-Man, que le tira los tejos a Lobezno”. Quizá porque el colectivo LGTB es estadísticamente minoritario, aunque no sabemos si lo sería tanto en un mundo donde no se pongan trabas para que cada cual desarrolle la tendencia sexual que más le apetezca. O todas, o ninguna, que también los asexuales están reivindicando sus derechos (digamos LGBT+). Héroes, en fin, cuyo comportamiento carnal sea admitido, aceptado, reconocido, para ser modelos dignos de poseer seguidores propios no estigmatizados.

Algo de esto había en la serie de Netflix Sense8. Serie malograda que según las últimas noticias no seguirá adelante y sólo se le concede un único episodio doble, en 2018, para no dejar colgados a los espectadores y cerrar las diferentes tramas apresuradamente. No es nada excepcional, muchas series se cancelan por su falta de rentabilidad, pero lo grave del asunto es que Sense8 estaba a cargo de las hermanas Wachowski, que antes fueron los hermanos Wachowski, directores de la trilogía de Matrix, y que gracias a su cambio de sexo se han convertido en todo un icono transexual y por lo tanto LGTB. Héroes civiles con capacidad demostrada para crear héroes de ficción que, sin embargo, en esta ocasión han fallado estrepitosamente. Una verdadera lástima.

Y es que Sense8 lo tenía todo. Una buena idea inicial: Ocho personas de diferentes culturas y lugares del mundo están conectadas telepáticamente y pueden actuar juntas para mejorar la realidad. El punto de partida es el día del Orgullo Gay, y entre los personajes hay todo un abanico de tendencias sexuales: una trans con relaciones lésbicas, dos heteros super-enamorados, dos gais emotivos y cachondos, dos amantes conflictivos con infidelidad de por medio, un jovencito inexperto con una mujer resabiada, una dominatriz karateca a punto de liarse con el poli que la persigue… Tenía que funcionar. La primera temporada estaba cargada de defectos pero el desafío merecía la pena. Además contaba con el español Miguel Ángel Silvestre en una soberbia interpretación con vis cómica que parodiaba precisamente a Matrix. Incluso tenía el beneplácito de las revistas del corazón ya que la actriz principal Jamie Clayton, en un papel trans, es transexual en la vida real y tuvo un romance con Keanu Reeves. Qué más se puede pedir para la normalización.   

Las hermanas Wachowski se pueden lavar la manos y echar la culpa de todo a Netflix, pero lo cierto es que dilapidaron un presupuesto de lujo, casi 9 millones de dólares cada episodio, por ser demasiado pretenciosas y confiar en que sólo con su nombre ya tenían garantizada una serie a perpetuidad. Les faltó solidez de guión, imaginación, perspectiva, y la segunda temporada es aburrida, casi una orgía permanente que no conduce a ninguna parte. Todo un alarde de irresponsabilidad, teniendo en cuenta que el colectivo LGTB estaba pendiente de ellas. A última hora, la web porno xHamster se ha ofrecido a financiar la siguiente temporada, aduciendo que están a favor de la libertad sexual y la sexualidad no-normativa, ya imaginamos con que objetivo. Si las Wachowski aceptan sería como volver a la marginalidad, aunque la audiencia sea enorme, algo que nadie podría perdonarles.

En estos tiempos de crisis, que ya amenaza con ser permanente, las religiones y otras fuerzas reaccionarias extienden con facilidad su mensaje involucionista ofreciendo a las personas una protección y amparo que les permite controlarlas, de modo que el progreso social retrocede hacia posiciones anteriores y se pierde lo ganado convirtiendo en simples experimentos lo que son necesidades humanas: las mujeres de Afganistán volvieron de la libertad al burka y los homosexuales podrían ser obligados a regresar al armario. Por eso es necesario no perder ni una oportunidad de afianzamiento, para solidificar lo conseguido y evitar una vuelta atrás. El futuro siempre llega tarde, o no con la celeridad deseada, y dormirse en los laureles es peligroso. Sense8 podría haber sido una serie de referencia, un hito, ahora solo es un ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas. Qué pena.